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16 de junio de 2011

CARTA DIRIGIDA A "EL PAÍS" A PROPOSITO DEL ANIVERSARIO NACIMIENTO DE S. FREUD

La culpa es mía, señor juez.
Llevo semanas dudando, pero, vistas las proporciones que está tomando el asunto, mi conciencia me empuja a denunciarme. En efecto, aunque a más de 1.000 km de distancia (norte de Francia), he seguido con estupefacción la polémica provocada por la respuesta del profesor Ignacio Morgado Bernal al editorial de su periódico conmemorando el 150 aniversario del nacimiento de S. Freud. Y debo confesarles que todas las acusaciones, anatemas y afirmaciones (desagradables e insultantes donde las haya) dirigidas contra el profesor Morgado constituyen una grave injusticia para este buen amigo, puesto que toda la culpa es mía. Me explico. Estaba yo pasando un par de semanas en mi Barcelona natal y aproveché para visitar a compañeros de los que los años y la distancia me habían alejado; y Ignacio fue uno de ellos. Entre las mil cosas que evocamos salió el eterno tema del psicoanálisis y su influencia respectiva en España y en Francia. Pocos días más tarde, participé en una emisión de divulgación científica en el canal “Barcelona TV” en la que se me entrevistó justamente acerca de Freud y en la que tuve la ocasión de exponer algunas de las críticas que desde hace ya un cierto tiempo son dirigidas contra el psicoanálisis y su fundador. Y después apareció el editorial de su periódico. Ignacio estaba indignado pero me comentó que ya ni siquiera pensaba replicar. Y yo, que acababa pues de “arremeter”, le contesté que era lástima dejar un tal escrito sin la respuesta que se merece, pero no pensaba llegar a convencerle. Cual no fue pues mi sorpresa al leer su escrito y la retahíla de cartas que han seguido. Y por ello me siento obligado a saltar a la arena, a menear la capa y la muleta para desviar la atención del toro que está ferozmente embistiendo al profesor Morgado cuando el instigador, el culpable, soy yo. Y para muestra, un botón.
El profesor Morgado, al tratar al psicoanálisis de “falacia”, se ha quedado corto, cortísimo. Hoy en día existen pruebas documentadas, publicadas e irrefutables que demuestran claramente que Freud mintió descaradamente, que ninguno(a) de sus pacientes mejoró nunca (al contrario); que el mismo día que pronunciaba una conferencia afirmando que Dora estaba completamente curada escribía una carta a su amigo el Dr. Fliess confesándole que estaba desesperado y que no sabía qué hacer con ella (se han encontrado, en efecto, los registros de los diferentes hospitales psiquiátricos por los que erró el resto de su vida) etc. Yo, como muchos, llevaba años criticando al psicoanálisis (por mil razones que estoy dispuesto a exponer cuando y donde sea) pero pensaba que su fundador era intelectualmente honrado y obraba convencido. Equivocado, pero de buena fe. Hoy en día, incluso esto se derrumba, lo que no implica que sus seguidores sean también unos impostores: nunca he dudado de que la inmensa mayoría de psicoanalistas creen sinceramente en lo que predican y aplican. Pero también pienso que la mayoría de curas y obispos creen sinceramente en Dios, el Cielo y la Virgen sin que por ello yo esté obligado a ser creyente. Y puesto que hablamos de religión, llamemos las cosas por su nombre (y vayan ya preparando la hoguera para quemarme): el verdadero estatus del psicoanálisis es el de una secta (o una religión, si prefieren ustedes, puesto que una religión no es más que una secta que ha triunfado). Y se lo voy a argumentar. ¿Cómo se llega a ser psicoanalista? Sencillamente, sometiéndose (con todos los sentidos de la palabra) a un psicoanálisis hasta que el psicoanalista formador considera que el novicio ha integrado suficientemente la doctrina como para poder ejercer a su vez. Este procedimiento tiene un nombre: rito de iniciación, noviciado; cooptación, en suma. Como para entrar en cualquier secta. ¿Sabe el hombre de la calle que para ser psicoanalista no es necesario ser ni psiquiatra ni siquiera psicólogo? ¿Que muchos de ellos son filósofos? ¿Que el vecino de al lado puede serlo si sigue el rito? Cierto, muchos de ellos lo son, pero cuando ejercen como psicoanalistas no aplican lo que les han enseñado en las facultades de medicina o de psicología sino lo que han aprendido tendidos en un diván. Esto es gravísimo, señoras y señores. ¿Sabe el hombre de la calle que la mayor parte de los escritos de Freud fueron encerrados por sus “herederos” (su hija Ana, la princesa Maria Bonaparte y su historiador oficial, Jones) en unos contenedores que se hallan en la Biblioteca del Congreso de los EEUU, con prohibición de ser abiertos antes de finales de siglo? ¿Qué terribles secretos han así segrestado, sustrayéndolos a la mirada de los historiadores y difundiendo en su lugar una versión expurgada, una especie de Vulgata? Seguramente algo de muy grave, capaz de dar un golpe mortal a la doctrina. ¿No les recuerda esto algo?
El psicoanálisis es a la ciencia de la conducta lo que la astrología es a la astronomía, lo que la alquimia a la química, el vitalismo a la biología, el charlatanismo a la medicina, el creacionismo al darwinismo: un oscurantismo reaccionario e inoperante. Y si sólo se tratase de una discusión metafísica, como la del sexo de los ángeles, yo le hubiese dado razón a Ignacio: no vale la pena perder el tiempo polemizando con sectarios disfrazados de humanistas. Pero detrás de lo que puede parecer una simple querella de escuelas están los pacientes, estas persones que sufren, que piden ayuda y que merecen que se les atienda como Dios manda, es decir, con todos los adelantos que, en un siglo, hemos conseguido en el campo del conocimiento del ser humano y de su conducta. ¿En qué otro ámbito celebraríamos y nos conformaríamos con conocimientos viejos de más de un siglo? El bienestar de los pacientes es demasiado importante como para dejarlo en ciertas manos.
Dixit et salvavit animam meam.
Esteve Freixa i Baqué
Catedrático de Ciencias de la Conducta y Epistemología
Universidad de Amiens (Francia)

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